lunes, 14 de enero de 2013

Un sitio muy especial

Aún recuerdo con cariño cómo era correr por aquellos pasillos estrechos, en los que dejé tantas ilusiones y viejos momentos. Parece mentira que algo inmaterial pueda dejar tantas huellas en el corazón de las personas, algo que nunca se olvida, porque es imposible olvidar un sitio en el que has dejado atrás, gran parte de tu infancia.

Llegué con unos días de vida, y allí crecí durante años. Lo recuerdo como si lo estuviera viendo ahora mismo. Tengo la imagen de esa casa de la playa metida en las retinas, grabada a fuego lento. Recuerdo cada uno de esos rincones, llenos de juguetes, de arena y de aquel olor tan especial, que sólo esa casa podía tener. Un lugar donde siempre había vida, en el que se escuchaban las risas y llantos de niños, las risas y riñas de una familia que lo habitaba; la mía. 

Acogedor y divertido, todo los niños de la zona querían jugar en él. En su patio hice cabañas con viejas sábanas, enterré bichos en su jardín, monté puestos de chucherías e hice teatros para los vecinos, y todo ello, con la mayor de las ilusiones que albergan los niños. Su piscina era la más concurrida del lugar y siempre había una manguera abierta, de la cual nos encantaba beber agua. 

Fueron muchas las tardes de tertulia que se celebraron allí, las comilonas y las fiestas. Siempre olía a pescado y a patatas fritas en su cocina, ya que era el sitio más usado de la casa. Allí se elaboraban todo tipo de platos y creo que en esa encimera gris se han hecho todos los bocadillos de nocilla posibles.

Las siestas eran misión imposible en esa casa, porque siempre había algún menor buscando juego. Me gustaba levantarme de la cama e ir habitación por habitación despertando a todo el mundo y no podía esperar a que llegaran las siete de la tarde para hacer la digestión, ya que había una tentación que me llamaba y a la que yo no podía decir que no, meterme en la piscina.

Allí celebramos la llegada de los nuevos bebés que se incorporaron, y creo que esa fue la última fiesta antes de que lo vendiéramos. Era tan popular que hasta el camión de basura quiso conocerlo y se empotró un día en la terraza. Sin duda lo disfruté y exploré al máximo, pero un día sus puertas se cerraron para todos. El cartel de SE VENDE se colgó y en ese momento firmamos el adiós de tantas y tantas historias, que en él dejamos. Pero pasan los años y sigo pasando por allí, y lo siento mío, aunque se que ya pertenece a otra familia, a otras voces, a otras risas. Pero yo sigo soñando que corro por sus pasillos, que me escondo bajos sus camas o en sus armarios y que en definitiva, vuelvo a ser la niña que dejé entre sus paredes.

6 comentarios:

  1. toc toc... ¿se puede?
    Me he llevado una grata sorpresa, porque al igual que tu, yo también fui una de las niñas, que compartía esas sonrisas. En demasiadas ocasiones, lo sigo visitando, porque en definitiva, yo también lo siento aún como si fuera una pequeña parte de mi. Suelo sentarme en la acera de en frente a observar sin ser descubierta, pensando y añorando aquellos dias felices, en los que compartíamos risas y descubrimientos. Suelo imaginarme debajo de aquellas cabañas, soñando despierta, mientras llegais alguno de vosotros,para continuar los juegos. Supongo que aunque esté y permanezca al pasado, esas cosas no se olvidan. Y aún a dia de hoy, me pregunto que hubiera sido si aun siguiera siendo nuestro y formando parte de nuestras vidas. La vida en algunas ocasiones, se compone de sueños, y me alegra saber, que tu cuando piensas en ellos todavia se escapa esa sonrisa. Te quiero

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  2. Claro que se me escapa, y se me escapará siempre. Porque la infancia es la época que más marca la vida de un niño, y allí aún conservo los mejores de los recuerdos; vividos con los que ya no están y con los que siguen. Me alegra mucho de poder seguir comentándolos con aquellas compañeras de juego, que siguen jugando en mi mismo camino; aunque ahora, las piezas del juego hayan cambiado. Te quiero y gracias por haber sido una peque tan divertida ;)

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  3. No se porque, pero entiendo a la perfección cada detalle. Tal vez porque yo también recorría cada pasillo, chapoteábamos juntas cada minuto del día en esa piscina, porque detrás de cada manguera a abierta estaban mis rizos rubios. Aquellas cabañas son inolvidables, y las trampas de cubos de agua en cada rincón de ese chalet, tito Fede en esa cocina todo el día inventando y haciéndonos a cada uno lo que más nos gusta. Aunque la diferencia de edad es obvia, siempre has sabido entendernos y ayudarnos, es algo que me encanta de mi prima mayor, de tí. Es inevitable que se me pongan los pelos de punta cada vez que paso por esa calle, recordar las voces que venían de allí. Sin duda alguna, un lugar muy especial para todos. Espero que sigamos teniendo estos momentos toda la vida. Te quiero y no dejes de escribirnos cosas así!

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    1. Muchas gracias. Ya te lo dije ayer y te lo vuelvo a decir hoy. Nunca podré dejar de escribir estas cosas porque ya hay en mi memoria demasiados momentos irrepetibles, y esas recuerdos son los que forman las piezas de nuestro puzzle de la vida. Así que, siempre tendréis un espacio muy importante, en cada uno de mis relatos. Te quiero amorrr

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    2. Julia Merchante Moyano24 de enero de 2013, 17:08

      Que razón tan grande llevas al decir que parece que fue ayer cuando estábamos metidas en aquella piscina, cuando corríamos por toda la casa o cuando hacíamos tus teatros, porque eran tuyos. Tu, aprovechando que eras la mayor, organizabas todo y nos usabas de títeres para actuar, algo que creo que a todos nos encantaba, que la prima grande nos dejara actuar era una gran alergia. Decir que esos años fueron geniales seria quedarse corto.
      Quedaron atrás, como tantas otras cosas, pero siguen tan dentro de cada uno de nosotros que no morirán nunca esos días de risas y esas voces adultas intentando calmar a un ejercito de niños.
      Creo que no hay nadie de nuestra familia que pueda evitar no mirar en su dirección cuando pasan cerca, pues todos guardamos momentos geniales de allí.

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  4. Desde luego. Creo que esa casa fue el mejor legado que podían habernos dejado los abuelos. No por el valor material, pero sí por el sentimental. Es imposible que olvidemos todos esos momentos, porque todos lo pasamos muy bien allí. Y también, tenemos que tener en cuenta que nos acompañaba algo muy importante, la inocencia. Eso es un valor añadido que siempre hará que lo recordemos con más cariño y alegría. En aquel entonces no existían los problemas para nosotras, ni la maldad, ni el dolor. Y ahora es imposible que pensemos como antes, puesto que la vida ya nos ha aleccionado a todas, pero siempre nos quedará el viajar en el tiempo, y eso es algo que nadie podrá quitarnos nunca :))

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