martes, 23 de julio de 2013

Cinco minutos más

Deja que llene esta copa de vino, hoy más que nunca. Deja que se derrame lentamente por los bordes, mientras yo saboreo la sombra de tu mirada, porque hoy me siento perdida, porque no se si sabré encontrarte si cierro los ojos. Hoy sólo quiero disfrutar de ti, porque el tren se para en este andén y yo no quiero bajarme. No puedo dar vueltas en el mismo vagón, sin saber dónde va a efectuar la próxima parada. Puede que adueñarme de este billete me convierta en el ser más afortunado del mundo, pero a la vez, en el más desgraciado.

Puede que saboreando esta inmensa copa, pueda detener el reloj. O al menos, creerme que no lo llevo puesto. ¿Qué más da si mañana es otro día?, ¿ qué importa si esta noche es la última?, sólo quiero brindar contigo por unas horas mágicas, un regalo que se eternizará en mis retinas, que quedará grabado en lo más hondo de mi ser; ese lugar tenebroso en el que nadie nunca ha estado, un camino desbocado a la incomprensión y una puerta entreabierta al mayor de los pecados; tú, siempre tú.

No quiero una explicación, ni siquiera una promesa, sólo cinco minutos más, en los que pueda fotografiar este recuerdo, una falsa imagen estancada que caduca en cuanto mire el billete, un simple papel sin retorno, que sólo lleva a un claro destino, el real.  Deja que despierte poco a poco, mientras me alejo de este burdo universo de placer.


Dulce inquietud

La respuesta más acertada es aquella que no buscamos. El ser humano no es curioso por casualidad. Desde que tenemos la mente lúcida comenzamos a querer indagar en la nada, a hacer conjeturas inexistentes sobre nuestro fiel cometido en la tierra; vivir. Ya el refrán decía algo parecido: "la curiosidad mató al gato"; pero nadie nos dijo que los felinos fuéramos nosotros. El paso del tiempo nos contesta a cada una de nuestras preguntas y no hay que hacer grandes esfuerzos para leerlas. Hay quien sería capaz de todo por ampliar su trayectoria terrenal, pero pierden el tiempo. No hay nada mejor que un cuaderno repleto de páginas , completamente vacías, en las que podemos trazar diversas líneas. Todos tenemos ese cuaderno en blanco que va llenándose de letras, pero la nitidez no perdura eternamente.. En el mío hay una frase imborrable que dice: " la riqueza más ansiada es aquella que nos da el silencio del mañana"

martes, 16 de julio de 2013

Sobrevivir; el debate del alma

En mi blog personal podéis encontrar de todo. Para escribir sobre un tema, sólo necesito sentir algo especial, que llame mi atención y me haga reflexionar. Creo que todo lo que vemos, nos enseña algo nuevo, pero a veces no nos paramos a averiguarlo. Por eso me  gustaría dedicar un hueco a todos esos padres que han sido víctimas de la mayor evidencia que prueba que estamos vivos, el dolor. Aquellos que han sido capturados por una red de sentimientos que luchan por salir al exterior, por ser liberados, pero se han convertido, sin quererlo, en el mayor de los rehenes. En ellos tenemos un ejemplo de existencia que debemos tomar como punto de partida para afrontar situaciones que no sepamos manejar.

A veces la vida nos depara crueles sorpresas que jamás se nos habrían pasado por la imaginación. Y es entonces, cuando no entendemos nada. Supongo que siempre se formula la misma pregunta: ¿por qué a mi?; son respuestas que no podemos hallar y que siempre quedarán en blanco. Justo cuando las cosas parecen encajar, cuando un sueño parece tomar forma, todo se desvanece, como lo haría un castillo de arena cuando es tragado por el mar.

Por mucho que creamos identificarnos con estas personas, nunca podremos mirar la vida con los mismos ojos, pues nos faltarán sus prismáticos para poder entender el devenir diario .Todos conocemos casos de niños desaparecidos, en España y otros países. El ser humano es tan débil, que ya se ha acostumbrado a aceptar con resignación estos horrores y a lamentarse por las familias que padecen esta pesadilla. Pero nunca se plantea cómo se puede sobrevivir ante una catarsis como ésta.

Se me ocurren muchas formas de calificar a esos padres, que a pesar de haberse convertido en lo que nadie quiere convertirse, siguen encontrando un motivo por el que sonreír y una nueva esperanza con cada amanecer. Debe ser muy difícil buscar un halo de energía positiva cuando el tiempo va pasando y la vida parece haberse detenido en una fecha en concreto, en la que te arrebatan a lo que más quieres. Pero todo es una falacia, porque lo cierto es que ahí fuera nada ha cambiado, y no hay ni rastro de lo que anhelas, de lo que recuerdas y sientes tan vivo como el primer día.

Cada vez que les veo me invaden miles de interrogaciones, que ni ellos sabrían contestar. El amor que tienen por sus seres queridos les da la fuerza, el empuje diario, para creer que algún día podrán recuperar la normalidad de sus anteriores vidas, para confiar en una tímida justicia, que en muchos casos nunca llegará o para seguir manteniendo ese último recuerdo, esas dulces palabras que escucharon por última vez. Resulta admirable que un padre entregue su esencia a cambio de espera, de búsqueda e intento de  recuperación de una tranquilidad, que puede esbozar un boceto de lejana felicidad. Éste es el sendero más duro, en el que esperan encontrar el legado final, un simple por qué y una injusta razón.

¿Cómo lo hacen?, ¿son seres especiales?, ¿alguien los ha designado con una varita mágica?; eso es lo que yo cuestiono cuando por unos segundos, les veo dar una lección de entrega y cordura. Por increíble que parezca todos tenemos esa capacidad de supervivencia, pero sólo algunos saben sacarla a flote.

Resulta muy fácil identificarles. Podríamos hacerlo entre un montón de gente y no tardaríamos mucho tiempo. La mirada de alguien que ha pasado por algo parecido, no es como la del resto. En sus ojos se refleja toda la tristeza acumulada, los desengaños sufridos y el cansancio padecido. No miran a un punto fijo, puesto que su trayectoria de visión es diferente, y ésta se pierde en el horizonte, como si no estuvieran viviendo la misma realidad que cualquier otro humano. Y es cierto, porque ellos tienen un mundo paralelo, en el que pueden aferrarse a su más preciado tesoro; los recuerdos. Allí las cosas cobran una fuerza mayor, la sensibilidad está a flor de piel y todo se vive con una intensidad que triplica aquella que conocemos. Por eso suelen vagar por lo desconocido, están acostumbrados a caminar por el ayer y a conseguir piezas con las que construir un incierto, pero ansiado futuro.

Por todos ellos, por una entereza envidiable, por una agotadora lucha y el tesón con el que se enfrentan a un nuevo día, con la esperanza de que pueda ser "el día", creo que debemos aprender de cada historia personal  y buscar en los momentos más complejos, un poco de esa inyección diaria que necesitamos, cuando las cartas de la baraja no son las que diseñamos en el pasado; porque hay que llegar al muro, aunque los peldaños de la escalera estén rotos.




miércoles, 10 de julio de 2013

Con todo mi amor, para mi Pierce Brosnan

Hay momentos en los que nos quedamos en blanco y no sabemos qué decir ni por dónde empezar. Pero en este caso, este no es uno de ellos. Yo tengo muy claro qué voy a decir y por dónde voy a empezar, y lo haré por tu mirada; esa que ilumina nuestros pensamientos y aquella que ha enamorado a todo aquel que se ha perdido en la inmensidad de tu luz. Y han sido muchas personas, claro que no me extraña, puesto que eras bello por dentro y hermoso por fuera. En días como éste, todo se hace largo, duro, cruel e inexplicable; por eso necesitaba decirte algo más, hacerte llegar mi sentimiento y ésta es la forma que he encontrado de hacerlo. No me preocupa el hecho de no poder leerte estas frases en persona, puesto que se que lo harás desde un lugar mucho mejor, en el que ya estás liberado, despreocupado y feliz.

Para los que te quisimos, será muy fácil entender todo lo que estoy diciendo y por eso te escribo estas palabras, porque quiero leerlas de vez en cuando y perderme entre ellas, vagar por la mente y capturar todos esos momentos que viví a tu lado, disfrutando de ti. Para serte sincera, estuve dudando entre escribirte o no, porque temo no estar a la altura de tu persona y yo quería describirte bien, para que todo aquel que no te haya conocido, sepa quién eras, cómo eras y comprendan lo afortunados que hemos sido los que si hemos podido hacerlo.

Recuerdo que cuando era pequeña te miraba y me quedaba embobada observándote. Te veía tan guapo, siempre tan elegante, con ese pelo engominado, esos ojos azules y esa talla de galán que te caracterizaba, que no podía parar de pensar " qué interesante es mi tío". Siempre hablabas sin parar y enseñabas algo nuevo a los tuyos. Escucharte hablar era un placer, derramabas cultura y sabiduría en cada una de tus  frases, además de experimentados consejos que habías vivido en primera persona.

Mi tío era una gran persona, un padrazo, un excelente hermano, hijo, compañero sentimental, primo, tío, sobrino, suegro y amigo. Nadie en su sano juicio podría decir una sola cosa mala de él, puesto que era querido por todos, un referente en su pueblo, y en definitiva, un triunfador. Trabajó mucho desde joven, y gracias a esa naturalidad que le caracterizaba, se ganó el cariño y el respeto de su pueblo. Pero eso no le hizo cambiar, ya que su generosidad es una de esas virtudes que lo han convertido para mi en un ejemplo. Todo lo que tenía era para los demás, y  el egoísmo era algo que nunca conoció. Ya desde pequeñito aprendió a cuidar de su hermana, y la protegió en cada momento. Luego lo hizo con su madre y después con su hijo, por el que lo dio todo, al igual que por su pareja.

 Supo disfrutar cada segundo al máximo y fue plenamente feliz.  Así me lo hizo saber hace poco; "sobrina, tu tío ha sido muy feliz y se ha sentido muy querido, que es muy importante". Y llevaba razón. Yo sé que fue muy feliz, porque siempre había dibujada una sonrisa en su rostro. No importaban las circunstancias, pero él tenía el don de poner al mal tiempo buena cara, porque jamás quería preocupar a nadie, y menos a su familia. Para él, lo primero era proteger a los suyos, alejarlos de todo problema y buscar soluciones para todo, hasta para aquellas cosas que nunca la tienen.

Para que os hagáis una idea, no sólo era bonito por dentro, ya que para mi, era guapísimo por fuera. Ya hubieran querido muchos galanes del cine parecerse en algo a él. Enamoraba por donde pasaba, porque además del físico, tenía una labia con la que derretía a toda fémina que se le acercara. Supo amar y dejarse querer, porque él era, como yo le decía "mi Pierce Brosnan"...

El retrato que quiero hacerte es de un ser luchador, que consiguió todo lo que tenía a base de esfuerzo y tesón. Jamás tiraste la toalla, puesto que esa opción para ti era un insulto. Gracias a tu lucha, hemos tenido el placer de disfrutarte hasta el final, de seguir aprendiendo de ti y vaya si lo hemos hecho... sin duda, tu entereza y ganas de vivir, son la mejor lección que nos has dado. No esperábamos menos de ti...

Gracias por haber formado parte de nuestras vidas, gracias por habernos contado tus anecdóticas historias que nos hacían reír a carcajadas y por aquellas otras que nos emocionaban, y en definitiva, por haber compartido con nosotros los buenos y malos ratos. Ha sido un lujo conocerte, quererte y escucharte. Sólo espero que el día que nos encontremos de nuevo, podamos volver a tomar un pastelito juntos y que tú hables y hables, mientras yo me maraville ante ti, como hacíamos cada tarde, desde hace un tiempo. Pero ya el escenario será distinto, y tú seguro que sigues tan guapo.

Te recordaremos cada día. Yo seguiré viéndote cada vez que esté con tu mejor regalo, tu hijo; ese en el que sembraste lo mejor de tu legado y al que enseñaste a coger al toro por los cuernos, a ser un García, como siempre decías.

Me quedo corta y seguramente, esto no está a tu altura, pero es un resumen de lo que he visto siempre en ti y lo escribo con la esperanza de que te llegue mi cariño.

Te quiere, " tu sobri".




miércoles, 3 de julio de 2013

El sol que nunca llegó

Dando vueltas a un par de hielos en una copa de balón, se perdía entre sus exóticos pensamientos. Y digo exóticos porque realmente parecían irreales, lejanos, como si los hubiera vivido otra persona y en otra vida. Sentado en un cómodo sillón, se limitaba a dejar la mente en blanco y a imaginarse jugando con todo eso que alguna vez se te pasa por la cabeza, pero nunca llega.

Son muchas las preguntas que le asfixiaban y aunque sabía todas las respuestas, era más sencillo hacerlas a la nada, ese lugar al que siempre se recurre cuando la realidad nos golpea en la espalda y preferimos cerrar los ojos y hacer como que no nos hemos dado cuenta.

Todavía guardaba en cajas lo poco que le quedaba de ese ayer, un tiempo vertiginoso en el que la inmadurez y la locura, sacudían con frecuencia. Papeles, facturas, fotos que se veían borrosas y el recuerdo de esa última vez que la vio. Eso era suficiente para aguantar el tirón del tiempo, para jugar al despiste, para disfrazar una amistad de falsa sinceridad o quizás, para olvidarla.

La incertidumbre es algo que nunca llevó bien y por esa razón,  le faltó la valentía que necesitan los cobardes cuando quieren dejar de serlo. Lo mejor de todo era su sonrisa, su forma de hacer vibrar a su yo interno, ese sentido del humor que encandilaba, al ritmo de una picardía que pocas mujeres le habían demostrado. Ahora,  vagando por la nada, no le quedaba más remedio que reír. ¿Qué otra cosa podía hacer?, ya había llegado el día más triste de su vida. Aquel al que había temido desde la niñez, ese día que cambiaría su rumbo para siempre y que pondría un punto y final a una esperanza eterna.

El whisky no iba a solucionarle ninguna papeleta, pero le ayudaba. Al menos así, mezclaba el llanto con la risa, sin llamar demasiado la atención. Con el teléfono en la mano, esperaba un milagro, o mejor dicho, "su milagro". A las seis en punto, ya no habría marcha atrás. Pero aún tenía un cuarto de hora por delante. En quince minutos puede pasar de todo. El móvil estaba en silencio, ya que no quería armar una escandalera cuando ella llamara. Pero no fue así, su musa no lo hizo.

Atrás quedaba esa nula ilusión que un día mantuvo, y ésta daba paso al más intrínseco de los sentimientos; el odio. La odiaba a muerte. Por darle cuerda al reloj, por no querer continuar en ese paraíso, en el que las horas no pasan. El mismo paraíso en el que la miró a los ojos y no le dijo nada, en el que predominó ese silencio que habita en el interior de cada uno y hay que saber usar en el momento oportuno. Sin más, se bebió la copa de whisky y empezó a sentir como éste quemaba y destruía todo su dolor. Así su imaginación no estaría tan lúcida y le ayudaría a pensar en otra cosa que no fuera que estaba cometiendo el mayor error de su vida.

Con esa carga de culpa, se dirigió a casa y se acostó. No quería despertar, no sin ella. No quería hacerlo para recordar que el tren había parado en su puerta varias veces y él había decidido marchar andando. Durante esa noche, tuvo numerosas pesadillas, pero el dolor de cabeza y una seca resaca, no le dejaban recordar nada de lo soñado. De repente, todo se vio interrumpido con la alarma del móvil. 

Sin demasiadas ganas, lo cogió, y abrió un ojo para mirar la hora. Las cinco de la tarde, "buena hora para levantarse", pensó. Pero no era lo único que pudo ver en la más triste de las pantallas a las que había mirado en sus estúpidos días. Un mensaje. "Tiene un mensaje nuevo"; parpadeaba la verdosa luz de aquel infernal cacharro.

Con nervios, lo tiró al suelo. No sabía si estaba preparado para leer aquello, tampoco sabía si era ella, pero algo le decía que si. El corazón había dejado de latir y la respiración se había acelerado, empujando al sudor a recorrerle el cuerpo. Pero de nada servía no leerlo, porque sabía que terminaría haciéndolo, más temprano que tarde. Con los dedos temblorosos apretó el botón que le devolvería la felicidad. No hizo falta más, sólo una frase. Una amarga frase que decía " El silencio no siempre es la mejor respuesta. Suerte".

Y la luz se fue apagando como en una función de teatro. La iluminación fue perdiendo intensidad, como cuando se apagan las luces del árbol de navidad, como cuando se apaga una vida humana. El frío había llegado hasta él y ahora se colaba por cada rincón de su piel, matando todos sus órganos y dejando al corazón sin carga. Ya sólo le quedaba una salida,  cerrar los ojos y volver a taparse. Al fin y al cabo, ya había conocido el miedo y sabía cómo huir de él.