viernes, 7 de febrero de 2014

Cuando la solidaridad no entiende de límites

Hoy, me siento orgullosa de tener en mi familia a grandes personas. No todo el mundo puede decir lo mismo, pero es un lujo para quien puede hacerlo. Cada vez me asombra más el egoísmo ajeno que a veces nos rodea, la importancia que tiene el materialismo, para algunos pobre seres infelices, y el protagonismo egocéntrico del "yo", que prima, en muchas ocasiones, sobre otras prioridades básicas.

Por supuesto, no todo el mundo es igual, odio generalizar, y además lo considero poco sano. Pero resulta inevitable observar, comparar, y en definitiva, aprender de los demás. Es cierto que en estos tiempos que corren, hay muchísima gente sufriendo graves carencias, pero hay numerosas manos que quieren echar un cable, que ofrecen solidez, un caparazón donde refugiarse, y solidaridad. Y eso es una gozada, una bendición. Me maravilla rodearme de personas que no caen en los brazos de la codicia, y que entregan todo lo que tienen a los que quieren y a los que ni siquiera conocen. Realmente los admiro, y pienso: "¿ de qué pasta estarán hechas estas personas?"

Hoy, mi prima se va a África a repartir generosidad y amor, entre aquellos que no tienen nada.



Siempre ha sido distinta, se ha movido por aquellos impulsos que le transmiten sus valores y ha actuado con el corazón. Sin duda la mueve el hacer el bien, el repartir felicidad a los que la rodean, el alejarse de aquel que carece de principios, y ayudar a todo el que se cruce en su camino.
Ella es así, feliz, viendo como fabrica una cadena de sonrisas, luchando para ofrecer todo lo posible a aquel que tiene menos, y dando una lección a los que vemos en ella un ejemplo a seguir, y nos preguntamos cómo puede haber seres tan puros. Feliz viaje, preciosa, que tu belleza interior deje una huella imborrable en esas personas necesitadas, que seguro que aprenderán mucho de ti, al igual que tú de ellos..

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