jueves, 16 de enero de 2014

Carta a mi destinataria "sin nombre"...

La primera vez que la ví, pasó desapercibida para mi. Era una más, una de esas personas que te presentan y a la que sonríes por cumplir, sin ganas y de una forma apática. Estaba sentada en la arena, con un chándal rosa, que no hacía más que potenciar sus angelicales facciones. Además, venía acompañada de una melena rubia natural, que cuadraba perfectamente con sus intensos ojos azules, que eran un valor seguro para que cualquier mirada se hubiera clavado en la suya, y así perderse en un universo, completamente inesperado, de alegría y belleza interior.

La primera impresión no fue buena. Ese día no sonrió demasiado y me mostró su lado más serio, o quizás, y aunque en ella esto parezca una incoherencia, más tímido. Tampoco me dedicó una de esas conversaciones en las que una buena amiga puede rozar el mayor de los clímax, y yo sentí que había una escasa conexión entre nosotras. Me equivocaba.

Qué verdad es esa que dice que no podemos juzgar por la primera impresión. Al principio, la cubría una armadura que sólo mostraba una milésima parte de lo que escondía. Su fuerte carácter y su arrolladora energía, no dejaban ver esa bondad que, tras su cabezonería, se ocultaba.

Pasaron los años y como fruto de esa poderosa evolución, fuimos encajando. Tan distintas, con diferentes vidas, pero en el fondo, amigas, de esas que siempre están pero que no ves a diario, de esas con las que disfrutas al teléfono, comentando alguna jugada que haya sucedido, esperando la ruina más grande que te puedas imaginar. Aquella con la que pasé buenos ratos, amores, desamores, dudas, alegrías,penas, incertidumbres, con la que me fuí de viaje, con la que ligué, con la que me iba de fiesta, a la que aconsejaba, de la que aprendía, a la que vi reír, llorar, crecer como persona y convertirse en una perfecta mamá.  

Tengo que decir que en esta historia no somos dos pilares, sino tres. Otra grande entre esas elegidas que una puede llamar amiga con todas las letras, otra con la que me entiendo cuando la miro, con la que me peleo y nos dura el enfado cinco minutos, esa que ha sido una hermana mayor. Pero en este caso, mi carta de hoy no es para ella, y sabe muy bien por qué hoy no es mi protagonista.

He llegado a comprender que la vida es límite, extremos, que no hay un blanco o negro, y que nos pone en situaciones que pueden cambiar nuestro mundo en un sólo segundo. Por eso hoy te escribo esto, porque creo que te lo mereces, porque si fueras una de tantas, estaría escribiendo sobre cualquier otra cosa; pero hoy te toca a ti ser mi destinataria.

Quiero que sepas que, aunque el caos que nos rodea cada día, nos haya distanciado un poco en estos años, nunca hemos dejado de recordarte, nombrarte, y en definitiva, anhelarte. Sigues siendo para nosotras esa parte del triángulo que un día formamos. Y ahora que la vida te ha golpeado con fuerza, debes saber que nada ha cambiado, que el reloj se ha congelado, y como decía Ana Torroja: "aquí seguimos con las mismas ganas de soñar".

Espero que te sientas identificada con mis palabras, y que te animen y te recuerden lo que vales, lo fuerte que eres y lo que has sido para mi, e inevitablemente vuelvo a ti y con más ganas que nunca. 

Ánimo, luchadora.

2 comentarios:

  1. =DD ya verás que si! ella es fuerte, seguro que conseguira salir de esta!! muacks

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  2. Si saldrá. Ella es un toro y además está rodeada de gente muy pesada como yo, que la queremos mucho y estamos encima de ella, así que sale seguro!! un besote amor

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