viernes, 14 de junio de 2013

Un titular vacío...

Y de repente corres, como si fueran a apuñalarte por la espalda, como si estuvieras huyendo de tu mayor temor, perder lo que más deseas. No tengas miedo a la maleza, piensa por un momento que nada es real,  o quizás, todo es fruto de una de esas drogas que consumes a menudo, la adicción a vivir.  Eso parece, una dulce y confusa metáfora, una sabrosa contradicción.

En este momento, pensar puede que sea tu mayor enemigo, la aguja que puede pincharte y a la que tanto temes, por eso debes aprender a caminar con tus zapatos, y dejar atrás esa sensación helada, que sólo sientes cuando recuerdas que no eres un ser inerte.  Y entre todo esto, no olvides colocar correctamente la armadura que te inmoviliza. Pero no te preocupes, tu rincón sigue ahí. Siempre estuvo en el mismo sitio, pero los años hicieron que te olvidaras de su existencia. Menos mal que te queda ese lugar, donde guardas todos tus tesoros; esos que conseguiste con tanto esfuerzo, esos que te recuerdan quienes somos realmente.

La puerta está abierta, y detrás de ella se esconde el abismo de lo desconocido, el culmen de la curiosidad, que te engaña cuando quiere. Planeas entrar, pero nadie te ha dicho que lo hagas, ni siquiera sabes ver cuál es la puerta que tienes que abrir. En tu cabeza, sólo hay una proyección en blanco y negro y eso no te gusta, porque te asusta. No te gusta la luz y tampoco la claridad. Es mucho mejor pasar desapercibido y caminar en la penumbra. Pero en el fondo, eso no es tan malo. Todos lo hacen, o al menos, eso dicen.

Ya sabes que a las diez de la mañana toca sonreír. Al principio, te costaba hacerlo, pero todo es cuestión de tiempo y al final, hasta has logrado que te salga natural. Cualquier persona que te vea, pensará que estás diciendo la verdad, que realmente te gusta que lleguen las diez de la mañana; pero no es verdad. Incluso creerán conocerte, pero se equivocarán.  No puedes engañarte, a ti no. La expresión del rostro es la mayor de las verdades y siempre te alcanza ese maestro, que sabe detectar anomalías en tu exquisita simbiosis.

Es complicado, pero no imposible. De nada puede servir ensayarla cada día, si cuando amanece hay que abrir el telón y dejarse llevar por la tormenta, o por la calima que te recorre. No hay que temer. Aún tienes muchos temporales que pasar y puede que en alguno, te alcance ese rayo que te quita el sueño. Sólo corre ahí fuera y ponte a saltar bajo la lluvia...

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