lunes, 7 de abril de 2014

Cómo disfrutar los "taitantos"

Sabes que te estás haciendo mayor cuando un buen día te preguntan la edad y sin saber por qué, te quitas años. Y aunque parezca mentira, ese día llega, nos pasa a todos. La época no siempre es la misma para cada uno de nosotros, pero hay un dato esclarecedor, y es que cuando llegan los treinta, o al menos se aproximan, ya no nos hace tanta gracia apagar la velita. Nos da miedo el desconocimiento, nos asustan las temidas responsabilidades del mañana y nos acojonan las arrugas, pero ahí estamos nosotros, con un par.

Algunos lo dicen con orgullo y presumen de vivir la mejor etapa de sus vidas, esa en la que se fusionan madurez y poder, estabilidad y seguridad o solvencia económica y placer. Pero para otros es el momento de empezar a comprender lo que muchos chavales de dieciocho años califican como "pureta".¿Por qué?, pues porque ya vemos la vida con otros ojos, y aunque seguimos siendo super jóvenes, ya sabemos que se están produciendo cambios en nuestra forma de vivirla.


Por ejemplo, si miras atrás, hace mucho tiempo que dejaste de salir los jueves. Tú, que antes eras el alma de la fiesta, que comprabas entradas para todas las discotecas de la ciudad, quien se apuntaba a todas las fiestas de las residencias universitarias y llegaba a las diez de la mañana a las barriladas, ahora te vas a la cama a las once de la noche porque las obligaciones te consumen y el trabajo te espera al día siguiente. Y es en ese momento cuando sales a comprar tabaco un jueves, y te encuentras a esos afortunados jóvenes que van a exprimir la noche como sólo tú sabías hacerlo. Y de pronto te recorre una envidia mala, que hace que te vayas a la cama odiando al mundo, porque ya no sabes cuándo podrás repetir. Y es que en la vida no siempre se puede repetir...



Además de las obligaciones también tenemos esa fase en la que el amor y la natalidad, aumentan en nuestro círculo a un ritmo vertiginoso. Y una buena mañana, empiezan a llegarte whatsapps de tus amigos, indicándote que se casan, y cuando te das cuenta, empiezas a tener más bodas y bautizos que días de vacaciones. Y ojo, que no digo yo que eso no esté genial, porque te encanta ir a todas y cogerte una borrachera de aquí te espero y no acordarte de que has ligado con el primo de la novia, pero, llega un momento en el que dejamos de comprender por qué todos los amigos eligen el mismo año para pasar por el altar. ¿ Se acaba el mundo o es que se han creído eso de que el arroz se pasa?

Y lo cierto es que al  llegar a los taitantos para algunos, los veintilargos para otros y los treinta para el resto, sí se puede saborear la vida de la forma más exquisita. ¿Y cómo se hace eso?, pues dejando atrás las prisas y dejando que el arroz se cocine, sin preocuparte de si se pasa o sigue entero. Porque lo mejor que puede ocurrirnos cuando vamos entrando en estos umbrales es sentirnos satisfechos de todo aquello que ya hemos experimentado, y gozar de esos pequeños privilegios que nos da la experiencia y que sólo los que conocemos el umbral de los treinta, sabemos explotar y degustar, a un nivel desconocido por muchos yogurines.

Y es que ahora tenemos más camino recorrido, nos hemos empachado de pasarlo bien, hemos devorado las noches y vislumbrado muchos amaneceres, sabemos lo que queremos en una pareja, lo que aguantábamos en el pasado y no pensamos aguantar en el futuro, lo que no queremos dejar para mañana, lo que no nos podemos perder antes de dar un paso adelante y en definitiva, ahora somos nosotros los que diseñamos nuestro boceto futuro. Y os puedo decir que es una sensación inigualable, que te hace sentir pleno y poderoso, aunque el mayor poder que tengas sea poseer las llaves del coche. Así que cuando alguien más pesimista venga a deciros que se os va a pasar el arroz y os ponga su camino como ejemplo, no olvidéis que lo mejor que nos da esta etapa es la libertad...


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