jueves, 6 de marzo de 2014

Bajo llave







Pensó que la distancia era su mayor enemiga, una sombra que la perseguía, aunque no saliera el sol; una red que siempre la atrapaba y la dejaba sin respiración. Quizás era el camino que el destino había preparado para ella, o tal vez un fruto más del azar, pero los kilómetros se interponían entre su débil corazón y los billetes que le quedaban en la cartera.

Sabía que no podía seguir así, que no tenía ningún sentido vivir alimentando aquello que tenia una fecha de caducidad, pero podía el hecho de sentirse diferente, de desaparecer de ese rebaño del que se sentía presa, y en definitiva, de crecer personalmente.

Con una media sonrisa, leía aquella correspondencia, que ahora vagaba en un cajón del rincón más descuidado de la casa. Sacaba tarjetas con las mayores declaraciones de amor, ahora convertidas en pura caligrafía, en un conjunto de palabras ordenadas, que se habían alineado para dar forma a sus recuerdos. Sabía que, desde aquel entonces, el mundo había cambiado estrepitosamente. Lo que antes formaba parte de ese escenario moral, ahora ni siquiera podía recalcarse como una imagen nítida, porque todo en esta vida se va difuminando hasta convertirse en un borrón opaco, que no es más que la última pincelada del retrato anónimo del alma.

No sólo había cambiado el envoltorio, sino que aquella mujer, joven y atrevida, también había muerto en la fecha de esas cartas. Todo quedó en ese viejo sobre, en ese último mes de febrero, en el que fue consciente de que no sólo enterraba una historia de amor, sino a esa dama que no le pertenecía, que era un mero efecto de la ilusión, por intentar encajar en una representación con el cartel de "completo".

Aunque echar la vista atrás, siempre deja un sabor agridulce, no le costó hacerlo. Ahora todo aquello parecía una visión de una vida pasada, cinco minutos de historia en su camino, porque el tiempo no sólo se adueña del físico, sino que también tiene la virtud de dar o quitar protagonismo a algunas de esas viñetas, en las que alguna vez participamos.

Orgullosa, volvió a dejar aquellas reliquias, que le recordaban fragmentos de evolución, las pequeñas pistas que la fueron guiando hasta el presente, esa época en la que había encontrado el sitio que buscaba. Es paradójco cómo todo lo que nos sucede nos va indicando con flechas la dirección a la que queremos llegar. Muchas veces no sabemos seguirlas, y vamos topándonos con las paredes, hasta que el día más inesperado, comienzas a hilar una cosa con otra, y entonces descubres esa razón que ha llenado de sentido la inquietud del ayer.

Volvió a cerrar ese cajón, como si fuera un tesoro, porque de hecho, todo lo vivido lo es. Somos dueños de una gran fortuna, seremos ricos en experiencia y ladrones de versos impronunciables...

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