martes, 13 de agosto de 2013

Lluvia de sueños

Anoche volví a vivir una de esas noches de verano, en las que todo se empapa de una magia especial. La lluvia de estrellas volvía a unir a muchas almas que no dudaban en convertirse en hijos del universo, dueños de la nocturnidad y esclavos de la fe. 

Tumbada en mi jardín, me entregué por completo al cielo, y por un momento, todo me parecía un decorado, al cual pertenecemos y del que, sin duda, dependemos. Con una sensación agridulce, me dejé llevar por la contemplación de esas estrellas fugaces, que pasaban a la misma velocidad a la que pasan los días de nuestro calendario. Y es entonces cuando pude vislumbrar una puerta, una barrera invisible que nos separa de lo imposible, del milagro de nuestra existencia.

 Una vez más me pregunté qué habría detrás esa inmensidad oscura, qué habría detrás de cada una de esas estrellas, a las que todos miramos atentos, desde diferentes ángulos y desde distintos lugares. Jugué a imaginar todo aquello que siempre ha despertado en mi tantas incógnitas y entonces supe que estaba perdida en un submundo de fantasía, del cual esperaba nada y todo a la vez. 

Supe que se puede creer en todo y esperar nada, pero aún así, yo pedí mis deseos. Uno por cada estrella. No espero una respuesta, ni mucho menos una reacción, pero si un motivo más para seguir creyendo que todo es igual de posible que imposible, y que siempre estamos a tiempo de cerrar la puerta que queramos abrir...

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