martes, 9 de diciembre de 2014

Una vez





Una vez vi la cara del odio y la maldad, la sorna y burla de la desgracia, la humillación del prójimo y el desdén de aquel que cree en la superioridad. Sentí pudor, rabia y me sobrepasó un tremendo sabor a injusticia.

Fue hace unos días, mientras un mendigo que caminaba mojado por la lluvia, con la ropa rasgada y el frío en el rostro, se acercaba a una mesa de un pub, en la que había sentado un grupo de indigentes. Ellos eran los indigentes, indigentes de alma, pobres de corazón, mendigos de su innata frialdad. Se rieron a carcajadas de él, de su imagen desvalida, de su aparente estado de delirio.

La risa era malvada, fría e hiriente. Tuve que contenerme para no ir a la mesa y transformar este texto en una conversación, o mejor dicho, en un monólogo reflexivo. Pero me contuve. Hoy, quiero compartirlo con vosotros, y quiero recordarle a todo aquel que va por la vida con aires de grandeza, sin haber sido grande nunca, que la #vida da muchas vueltas y que "a todo cerdo le llega su San Martín", o también que "nadie se va de esta vida sin saber que ha estado en ella", o "cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar".

Por supuesto no le deseo ningún mal a nadie, pero que nadie se sienta libre ni seguro, porque en los tiempos que corren, muchos se han visto envueltos en un drama similar y hay que tener el alma muy hueca para alegrarse del mal ajeno.

Espero que no tengáis que presenciar una situación tan desagradable nunca.

Si estás de acuerdo comparte, para que todos nos concienciemos!

https://www.youtube.com/watch?v=fFItXM-1Z8Y

https://www.youtube.com/watch?v=ZQXU4btog2s



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