martes, 25 de marzo de 2014

Los cinco minutos de tu vida




El paso del tiempo nos asusta, nos llena de miedos reales, que aunque no nos gusten, existen. Y es que el reloj sólo se queda parado cuando tu muñeca se queda sin pilas, pero el resto del tiempo, no se detiene para ti, por mucho que tú creas que mientras estás en silencio, disfrutando de un momento placentero, que parece llevarte a la eternidad, el mundo está inactivo.

Lo verdaderamente acojonante es que no nos preocupamos por el paso de los días hasta que llegamos a un umbral, el de los treinta. Cuando vamos subiendo los peldaños de la adolescencia, y los veinte, vivimos en una burbuja de fantasía, pasión y locura, que tarde o temprano, explota. Y es probable que acabe explotando en toda tu cara, sin que podamos evitar que nos salpique.

Todavía recuerdo cuando estaba en la facultad y, sentada en las escaleras, daba vueltas a una taza de café, que sujetaba  con la mano izquierda, mientras me fumaba un cigarro con la derecha. Así pasaba los descansos entre una clase y otra. Mientras observaba a mi alrededor, todo me parecía el paraíso. Las risas, los tonteos, esa amistad que pasaría a la eternidad, y tan sólo dura unos años, los primeros encuentros, desengaños; todo hacía presagiar que esa espiral de felicidad y ensoñación no terminaría, que mi única preocupación sería aprobar los exámenes, pelearme con los compañeros en los trabajos de clase o comprarme un vestido a la moda para ir a esa fiesta a la que me habían invitado. Pobre ilusa de mi. Esto no había hecho más que empezar, o peor aún, no había ni empezado.

Y de repente, todo aquello fue quedando atrás y aquella lejanía que antes me preocupaba, se convirtió en una rutina, llamada madurez. Y en ese preciso instante, lo que ayer era lo peor, pasó a ser lo mejor, y lo que antes era lo mejor, pasó a ser algo sin importancia, que deja de tener cabida en tu nuevo presente. La vida ya no era la misma, y me di cuenta de que no sólo crecen las personas, sino también los sueños, los miedos, las fobias, los deseos, los éxitos y los fracasos.


Y hasta que todo eso no ocurrió, no tomé conciencia de la importancia que tienen cinco minutos en nuestra vida. Si, en la mía, en la tuya y en la de todos. Hay muchos tipos de cinco minutos que pasan y ni nos enteramos, pero hay cinco en concreto, que son los que lo cambian todo. Los que te hacen abrir los ojos, los que te descubren aquello que ya sospechabas pero no querías admitir, los que te incitan a luchar más que nunca por tus sueños, los que te hacen comprender cuál es ese rumbo que andabas buscando, los que te sumergen en una pura resignación o los que marcan un antes y un después en tu nuevo camino, ese que, ni siquiera sabes que está empezando. 

Cada uno sabrá cuándo ha vivido esos cinco minutos. Es fácil reconocerlos porque nunca podrás olvidarlos, pincharán siempre, sea cual sea el resultado y los revivirás mientras te quede memoria. De los míos lo recuerdo todo, pero no los voy a compartir, porque puede que sean el secreto mejor guardado que todos tenemos. Recuerdo que sabía perfectamente que iban a suceder, los esperaba, los intuía. Aún cierro los ojos y vuelvo a ese punto de partida. Y la verdad es que los minutos transcurrieron como tantas veces había imaginado. Y ahí lo descifré todo, absolutamente todo. Desde ese instante, ya nunca fui la misma. Supe quién era y quién sería, sólo me faltaba elegir cómo quería llegar hasta ese momento, de qué forma, por qué trayecto y en qué circunstancia.

Cuando te das cuenta de que estás viviendo los cinco minutos de tu vida, eres víctima de una sensación cargada de pánico, mezclada con ansiedad y placer. No cabe duda posible, es uno de los privilegios de haber exprimido la veintena, que ya sabes mucho más de ti y es cuando empiezas a conocerte. Espero que disfrutéis de ese despertar y que sepáis acertar en la mayor elección de vuestra vida.

2 comentarios:

  1. magistral¡¡ un besooo

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    1. Muchas gracias. Es un placer que haya gente como tú, dispuesta a leer mis artículos. Un abrazo

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